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CAPÍTULO 62

EL PRESIDENTE Y CONSEJEROS DE LA GENERALIDAD

CONDENADOS A TREINTA AÑOS

 

La escasez de medios económicos no le permite a Falange grandes propagandas. José Antonio simultanea los trabajos de pluma con los discursos. Arriba es la hoja modesta, distribuida por jóvenes entusiastas jugándose la piel y leída a hurtadillas. Algunos números están escritos casi en su totalidad por aquél. A propósito del decepcionante debate sobre el alijo de armas, profetiza: «Recordad este vaticinio, lectores. Antes de la primavera del año próximo tendremos a Azaña en el Poder» (28 de marzo). En el mismo número y bajo el título «Reportajes posibles: ¿Se da de baja el señor Gil Robles en Acción Popular?», pregunta: «¡Las cosas que podría hacer Gil Robles si se decidiera a emanciparse! Mejor dicho: ¡Las cosas que hará cuando se emancipe! ¿Habrá llegado esa hora?» «Hace falta estar ciego, escribe en otro artículo, para no ver cómo está crujiendo toda la estructura, política y económica del mundo capitalista y cómo cada día se perfilan mejor las dos únicas soluciones revolucionarias: la dictadura proletariado o el Estado Nacional.» José Antonio afirma en un artículo (Arriba, 28 de mayo): «Los socialistas a los seis meses de la revolución de Octubre, envalentonados y explotando el descontento se han lanzado otra vez a predicar la revolución social.»

El jefe de Falange habla en Jaén (7 de abril): «La esencia del Movimiento es la unidad. La Falange la defiende con su sangre: diecisiete hombres jóvenes han caído ya por ella y cuando se entrega la vida con esa generosidad, estad seguros de que la causa es sublime y el triunfo indudable.» En el Círculo de la Unión Mercantil de Madrid diserta (9 de abril) sobre el tema «Ante una encrucijada en la historia política y económica del mundo». La única manera de resolver la cuestión social es alterando de arriba abajo la organización de la economía. «El día que el individuo y el Estado, integrados en una armonía total, tengan un solo destino, entonces sí que podrá ser fuerte el Estado sin ser tiránico, porque sólo empleará su fortaleza para el bien y la felicidad de sus súbditos.»

En memoria del obrero falangista asesinado José García Vara, escribe (Arriba, 11 de abril): «Otro glorioso caído. Todos los que podemos aún saludar ante tu tumba con el brazo en alto, sabemos seguir tu estilo magnífico. Todos estamos dispuestos a llegar como tú hasta el supremo sacrificio por cumplir misión, en el neto sentido de la palabra, en el sentido religioso. ¡Bendita sea la Falange si ella nos lleva a morir por España! Y si es verdad que somos locos, ¡bendita locura la de este amor que nos lleva a entregar a la Patria lo más precioso que nos dio: nuestra sangre! Preferimos morir todos del primero al último antes de seguir encenagados en el oprobio y en la vergüenza.»

En la sesión de apertura del primer Consejo Nacional del Sindicato Español Universitario que se celebra en Madrid (11 de abril), José Antonio se expresa así: «Somos nacional-sindicalistas. Los sindicatos no son órganos de representación, sino de actuación. En ellos se logra armonizar al hombre con la patria al través de la función, que es lo más auténtico y profundo. Los camaradas estudiantes tienen que meditar acerca de tres órdenes de deberes: con la Universidad, órgano vivo de formación total, con España y con la Falange.»

Al anuncio de la formación de un nuevo Gobierno con ministros de la C. E. D. A., José Antonio reprueba (25 de abril) la farsa de la aparente retirada de Gil Robles «para reintegrarse al Poder con aire de hipócrita inocencia». La propaganda falangista se extiende por pueblos de Pontevedra, Zamora, Navarra, Asturias y Extremadura. Se constituye la Central Obrera Nacional Sindicalista en La Coruña. En el mitin de Don Benito (Badajoz), (28 de abril), interviene José Antonio con los camaradas Ezquer, Mateo, Fernández Cuesta y Ruiz de Alda. «Nosotros —exclama— no podemos estar conformes con la actual vida española: hemos de transformarla totalmente, cambiando no sólo su armadura externa, sino el modo de ser de los españoles.» Después del mitin dirige la palabra a las mujeres falangistas. «No somos pesimistas —afirma—. A mí siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda afanada y desquiciada en una rivalidad donde lleva —entre morbosa complacencia de los competidores masculinos— todas las de perder.» La venta de Arriba en Aznalcóllar, pueblo minero de Sevilla, origina (30 de abril) combates callejeros en los que resultan un falangista muerto y dos heridos y un marxista muerto y cinco heridos. La Guardia Civil practica catorce detenciones.

La propaganda en Barcelona no está exenta de peligros. José Antonio pronuncia una conferencia en el Centro Social de la Falange (3 de mayo). Los afiliados en servicio de vigilancia responden a tiros a los pistoleros marxistas que intentan entorpecer el acto. El jefe de la Falange se lamenta de su sino: «¡Venir a decir a las gentes acomodadas cosas desagradables y que deben renunciar a parte de sus ventajas, y por esto ser recibido a tiros por los mismos obreros!» Si la fortuna no le acompaña en Barcelona, en cambio, es su aliada en Córdoba, en cuyo Gran Teatro, José Antonio habla (12 de mayo) a un auditorio que llena la sala. «Nuestro movimiento no es de derecha ni de izquierda. Mucho menos es de centro. Aspira a cumplir la vida de España no desde un lado, sino desde enfrente: no como parte, sino como todo, al servicio total del interés patrio.»

* * *

E1 acto más sonado de la propaganda primaveral es el mitin en el Cine Madrid (19 de mayo) de la capital española, donde se congregan seis mil personas. Son oradores Fernández Cuesta, Valdés, Mateo, Onésimo Redondo, Ruiz de Alda y José Antonio. «La ocasión de nuestra aparición sobre España —dice el jefe de la Falange— fue el 14 de abril de 1931.» «En esa fecha, hay que reconocerlo en verdad, no fue derribada la Monarquía. Había dejado de ser unidad de mando hacía bastante tiempo. Por eso el 14 de abril de 1931 aquel simulacro cayó de su sitio sin que entrase en lucha siquiera un piquete de alabarderos.» «Pocas veces habrá habido un instante más propicio para iniciar un nuevo y gran capítulo de la historia patria. El recobrar un sentido nacional y el asentar a España sobre una base social más justa eran las dos cosas que implícitamente prometía —así lo entendía el pueblo al llenarse de júbilo— la llamada revolución del 14 de abril. Ahora bien, ¿las ha realizado? ¿Nos ha devuelto el sentido gozoso nacional? ¿Nos ha vuelto a unir en una misión nacional a todos? ¿Para qué hablar de lo que nos han dividido, de lo que nos han vejado, de lo que nos han perseguido, de lo que nos han lanzado a los unos contra los otros?»

«Los hombres del 14 de abril tienen en la Historia la responsabilidad terrible de haber defraudado otra vez la revolución española, y por eso ya empiezan a desplegarse frente a ellos las fuerzas antiguas.» Ahora bien, «nosotros entendemos que la Monarquía española cumplió su ciclo, se quedó sin substancia y se desprendió como cáscara muerta el 14 de abril». «Nosotros hacemos constar su caída con toda la emoción que merece y tenemos mucho respeto para los partidos monárquicos que creyéndola aún con capacidad de futuro, lanzan a las gentes a su reconquista, pero aunque nos pese, aunque se alcen dentro de algunos reservas sentimentales, no podemos lanzar el ímpetu fresco de la juventud que nos sigue para el recobro de una institución que reputamos gloriosamente fenecida».

La otra ola que se mueve contra el sentido del 14 de abril es el populismo. «Yo siento mucha admiración y simpatía hacia el señor Gil Robles, por el nervio antipopulista que en él descubro. Yo barrunto que un día Gil Robles va a romper con su escuela y me parece que en ese día prestará buenos servicios a España.» «Ni estamos en el grupo de reacción monárquica, ni estamos en el grupo de reacción populista.» Lo que hacemos es recoger de en medio de la calle el espíritu revolucionario español que nos devolverá la comunidad de nuestro destino histórico y la justicia social profunda que nos está haciendo falta. «Contra los unos y contra los otros, en la línea constante y verdadera de España, atacados por todos los flancos, sin dinero, sin periódicos, asediados, deformados, nuestra misión es difícil hasta el milagro; pero nosotros creemos en el milagro; nosotros estamos asistiendo a este milagro de España. ¿Cuántos éramos en 1933? Un puñado, y hoy somos muchedumbre en todas partes. Y queremos que la dificultad siga hasta el final y después del final; que la vida nos sea difícil antes del triunfo y después del triunfo.»

La prensa madrileña presta a este mitin mucha más atención que a los anteriores actos falangistas. La Nación (20 de mayo) discrepa con dolor y con el mayor cariño «por la persona de José Antonio Primo de Rivera y por su glorioso apellido» de lo dicho «en un momento de ofuscación sobre la Monarquía, cuya supervivencia defendía José Antonio con ardimiento en 1930, próxima la proclamación de la República». El escritor Federico Santander censura (A B C, 29 de mayo) la declaración antimonárquica de José Antonio: «¿Fascismo antimonárquico?, se pregunta. ¿Puede darse contradicción más evidente? La Monarquía puede no ser fascista —y yo deseo que no lo sea—, pero el fascismo tiene que ser monárquico, o no será. Pasado glorioso, amor a la patria, sabios, héroes, santos, en España es esencialmente Monarquía, y nadie puede separarlo de la idea monárquica. Menos que nadie puede hacerlo quien, como el tercer marqués de Estella, conserva los títulos, prerrogativas y preeminencias que sus ilustres antepasados recibieron de manos del Rey y en su servicio.»

José Antonio prosigue su propaganda: habla en León, Oviedo, Mota del Cuervo (Cuenca) y Campo de Criptana (Ciudad Real), aquí con rúbrica de disparos. Otros propagandistas de Falange recorren los pueblos de Huesca, León y Jaén. Un afiliado es asesinado en Salamanca; las peleas a tiros son frecuentes en Santander, y en Linares (Jaén) un falangista es acribillado a balazos cuando reparte propaganda. En sus comentarios escritos, critica el discurso «amargo y huero» de Azaña en Mestalla, y las concentraciones de la J. A. P., faltas «de tensión, de autenticidad y de peligro» (20 de mayo). Adivina un porvenir catastrófico y reitera sus predicaciones pesimistas. «Gil Robles ha llegado en plena juventud y después de un esfuerzo rápido a una de las torres de mando más interesantes de la política. Si fracasa no será por pereza ni por cobardía, sino porque sobre ese ímpetu ha empezado a caer suave, viscosa, pertinaz, la baba del sistema que le rodea.» «Hacia fin de año se disolverán las Cortes. Acción Popular habrá perdido todos sus tópicos electorales: habrá gobernado sin gobernar, que es el mayor desastre que le puede ocurrir a un partido. Las extremas izquierdas, seguras de contar con la falta de memoria de las masas desplegarán una propaganda frenética que les dará el triunfo. Azaña volverá a gobernar para principios del año que viene. Para impedirlo dieron aquellas gentes de buena fe trabajo y dinero a manos llenas para las elecciones. Dieron el triunfo a Acción Popular. Ya ven de lo que ha servido» (13 de junio).

Con esta preocupación por el vendaval revolucionario que se avecina, José Antonio convoca a los miembros de la Junta Política a una reunión clandestina en el Parador de Gredos. (Acuden a la convocatoria de Gredos los jefes territoriales Luna, Sancho Dávila, Hedilla, Bassas, Suevos y Panizo; los vocales de la Junta Política Ruiz de Alda, Valdés, Sánchez Mazas, Fernández Cuesta, Onésimo Redondo, Alfaro, Salazar, Sáinz y Mateo. Los consejeros Aizpuru, Aguilar, Bravo, el conde de Montarco y Gil Ramírez). Ante los falangistas congregados en un calvero cercado de pinos, José Antonio expone (16 de junio) cómo a su entender discurrirá la vida política en los próximos meses. Francisco Bravo, uno de los convocados, refiere la conversación con estas palabras: «José Antonio habló como una media hora, trazando un bosquejo certero y pesimista de la situación de España. Yo os digo — aseguraba José Antonio— que en las próximas elecciones el triunfo será de las izquierdas y que Azaña volverá al Poder. Y entonces a nosotros se nos plantearán días que habremos de soportar con la máxima entereza. Pero creo que en vez de esperar la persecución debemos ir al Alzamiento contando, a ser posible, con los militares, y, si no, nosotros solos. Tengo el ofrecimiento de diez mil fusiles y un general. Medios no nos faltarán. Nuestro deber es ir, por consiguiente, y con todas las consecuencias, a la guerra civil»

Escribe también Bravo que José Antonio concretó que la concentración se haría en un punto próximo a la frontera portuguesa —«luego me enteré que se había elegido Fuentes de Oñoro (Salamanca) — y que allí aparecería un general, cuya figura maciza y fuerte (¿Sanjurjo?) vagaba por nuestras mentes».

No se ha aportado prueba alguna que autentifique semejantes propósitos atribuidos a José Antonio. Si nos atenemos a los datos ciertos, la reunión de Gredos fue una asamblea convocada por José Antonio para exponer cuál era, a su juicio, la situación política y social de España y pronosticar sobre el futuro incierto.

* * *

Ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, reunido en el Palacio de Justicia de Madrid, se ve la causa (27 de mayo) contra el presidente de la Generalidad Luis Companys y los consejeros Juan Liuhí, Pedro Mestres, Juan Comorera, Martí Esteve, Martín Barrera, Ventura Gassol y José Dencás, éste en rebeldía. Preside el Tribunal Fernando Gasset Lacasaña, y son letrados defensores Augusto Barcia, Mariano Ruiz Funes, Luis Jiménez Asúa y Ángel Ossorio y Gallardo. El salón está lleno y la expectación es grande, avivada por las alborotadas informaciones de la prensa izquierdista, prometedoras de excesos escandalosos en la inflamada oratoria de los defensores. En los interrogatorios, los procesados explican los sucesos provocados, según dicen, por la solución dada a la crisis de octubre de 1934, peligrosa para la República y para las libertades de Cataluña, al entrar en el Gobierno elementos de la C. E. D. A. sin derecho a gobernar por no haber sido elegidos con carácter de republicanos. El Fiscal de la República, Lorenzo Gallardo, funda su acusación en los hechos conocidos y en proclamas y documentos, cuya paternidad no niegan los inculpados. Para todos, incluso Companys, a quien no considera jefe de la rebelión, pide la pena de treinta años de reclusión mayor y accesorias.

Tras el largo y minucioso repaso a los antecedentes políticos que tuvieron su desenlace en el 14 de abril, Augusto Barcia, defensor de Martín Barrera y Pedro Mestres, define a Cataluña como baluarte de la República, donde el fervor republicano alcanzó límites no rebasados en el resto de España. «En Cataluña se exagera la preocupación ante la realidad trágica de España y el pueblo se desborda.» Elogia a sus defendidos: Mestres, «aureolado de una honradez inmaculada»; Martín Barrera, «tipo del santo laico», sindicalista acérrimo, abandona la C N. T. cuando ésta se descarría. «Entiendo que el sentido que da Cataluña al movimiento del 6 de octubre para bien de España, constituirá la gloria de la República.»

Jiménez de Asúa, defensor de los consejeros Lluhí y Comorera, elogia a los acusados porque supieron reaccionar al ver cómo se desnaturalizaba la República y se sacrificaron por ella. Cataluña, reducto de la República, se conmovió frente a los Gobiernos que amenazaban no sólo desfigurar el Estatuto, sino al propio régimen. Si la República federal proclamada hubiese triunfado, sería la gran prueba del españolismo de los hombres acusados. Las autonomías lejos de separar y fraccionar el alma española harían una nación de lo que no es más que una ficción unitaria. La Generalidad en la noche del 6 de Octubre se defendía contra el que la atacaba, sin saber quién era el agresor. Lo de Cataluña no fue una rebeldía. «Se trata de una faena constructiva, torpe o no, ilegal o no, pero constructiva. Se trata de reemplazar un Gobierno anticonstitucional por otro constitucional.» «No hubo delito, porque se desencadenó la revolución desde el Poder, y a estos hombres se les llevó a una celada para ser vencidos.»

«¿Cómo van a ser autores de un delito los hombres que tratan de restaurar la forma y el contenido de la República?» «Lo de la Generalidad no es más que un acto de legítima defensa.» A los consejeros de la Generalidad, «¿puede exigírseles otra conducta cuando el terrible drama de la vida les pone en la necesidad de hacer lo que siempre dijeron?» «No nos inquieta la sentencia: la de este Tribunal puede ser casada por otros tribunales que están por encima de nosotros: por el pueblo y por la Historia.»

En términos parecidos explaya Ruiz Funes la defensa de los consejeros Martí Esteve y Ventura Gassol. Fundador de «Acció Catalana» y director de La Publicitat el primero y conspirador romántico el segundo, «que sufre persecución por el ideal que constituye el afán de su vida». La pretensión de implantar una República federal no puede significar delito contra la forma de Gobierno, por cuanto que la denominación de federal sólo es un matiz dentro de una misma forma de Gobierno. Además, «no pueden ser iguales los delitos políticos en una República democrática que en un Estado totalitario».

Finalmente, informa Ossorio y Gallardo, defensor de Companys, presidente de la Generalidad. En alas de una elocuencia arrebatada la figura del procesado asciende a las cimas del Olimpo. Companys es un revolucionario: su vida la del agitador que se esfuerza en buscar un bien mayor en el orden social y en el político. Es un revolucionario constructor, como Gambetta. Se ha pasado media vida en las cárceles. Como presidente del Parlamento y de la Generalidad, continúa siendo un revolucionario ejemplar. El 6 de octubre una explosión en la que cada cual actúa con arreglo a sus antecedentes y a sus posibilidades, Companys y sus compañeros buscaron una fórmula jurídico-política para darle un cauce a la dificultad.» Si ordenó a Pérez Farrás defender la Generalidad «contra quien sea», el hecho de que los atacantes vistieran de uniforme no dice nada, porque «el uniforme en España por desgracia no distingue la legitimidad de la ilegitimidad.» No estamos ante un delito: estamos ante un suceso político y éste no es obra de un revoltoso cualquiera, sino de un Gobierno que resuelve una peligrosa situación por el procedimiento que le parece mejor o menos malo. Esto no puede traducirse en una definición de tipo criminal. «Por el bien y por la normalidad de España», Ossorio y Gallardo pide la absolución de su defendido.

A la pregunta del Presidente a los procesados sobre si tienen algo que añadir, responde Companys en nombre de todos sus compañeros: «Si hay un responsable soy yo; o, cuando menos, que absorbe la mayor parte de la responsabilidad.»

A través de la argumentación de los defensores el delito ha sido deformado hasta transformar la rebelión contra la unidad nacional, en una acción heroica defensiva de las esencias democráticas, merecedora de glorificación y recompensa. El juicio ha sido una apoteosis de los traidores a la Patria, a la que ha contribuido la Prensa izquierdista con toda su trompetería, «apologista y cantora, bajo burdos pretextos» —dice José Antonio —. «Sólo a los ciegos —añade— puede ocultarse la cargazón revolucionaria que otra vez va aborrascando el horizonte».

El Tribunal de Garantías, por catorce votos contra siete (6 de junio) condena a los procesados, como autores de un delito de rebelión militar, a la pena de treinta años de reclusión mayor, con las accesorias de interdicción civil durante el tiempo de la condena e inhabilitación absoluta y al pago de las costas procesales en la proporción de una octava parte hasta el auto de apertura del juicio oral y por séptimas partes las posteriores. Contra el fallo del Tribunal, cinco vocales — Sbert, Bastarrechea, Alba (M), Álvarez y Taltabull— presentan un voto particular. Piden la absolución basándose en que el fallo no enjuicia la conducta de los procesados en un terreno estrictamente político. En los muros de Barcelona aparecen pasquines que dicen: Les Joventuts d'Esquerra y Estat Catalá s'identifiquen amb la gesta del 6 de octubre. ¡Visca Catalunya liure!

* * *

A la vista de los excesos de la propaganda, el Gobierno (5 de junio) acuerda adoptar medidas restrictivas a la campaña de excitación a la violencia, prorroga el estado de excepción y suspende todos los actos públicos del partido socialista y de los monárquicos.

Notas destacadas fuera del ámbito político son el ingreso del novelista Pío Baroja en la Academia de la Lengua, al que contesta el doctor Marañón (12 de mayo) y la entrada en Salamanca del nuevo prelado, don Enrique Pla y Deniel (28 de mayo).

 

CAPÍTULO 63

GIGANTESCOS ALARDES DE MASAS CED1STAS EN CASTILLA Y VALENCIA

EL MINISTRO DE HACIENDA EXPONE A LAS CORTES SUS PLANES DE RESTRICCIÓN DE GASTOS DEL ESTADO. — ASPIRA A NIVELAR EL PRESUPUESTO A FINES DE 1936. — CALVO SOTELO Y VENTOSA CALIFICAN LOS PROYECTOS DE IRREA­LIZABLES Y FANTÁSTICOS. — PRÓRROGA DEL ESTADO DE PREVENCIÓN Y ALARMA EN CATORCE PROVINCIAS. — ABSORCIÓN POR EL ESTADO DE 400.000 TONELADAS DE TRIGO EXCEDENTE. — DEBATE SOBRE LOS PROYECTOS DEL MINISTRO DE TRABAJO PARA COMBATIR EL PARO: PRIMAS A LA CONSTRUCCIÓN Y ESTÍMULOS A LAS EMPRESAS PRIVADAS. — APROBACIÓN DE LOS PRESUPUESTOS PARA EL SEGUNDO SEMESTRE. — LOS CONSEJOS DE GUERRA POR LOS SUCESOS DE ASTURIAS DICTAN MUCHAS SENTENCIAS DE MUERTE QUE NO SE CUMPLEN. — BRILLANTE HOMENAJE DE SALAMANCA A GIL ROBLES Y CASANUEVA. — ASISTEN EL JEFE DEL GOBIERNO Y VARIOS MINISTROS. — SE CONSOLIDA LA ALIANZA RADICAL-CEDISTA. — LA C. E. D. A. EN EL APOGEO DE SU ESPLENDOR Y DE SU FUERZA. — GIL ROBLES DICE EN MEDINA DEL CAMPO: «CON NOSOTROS ESTÁ ESPAÑA. NO NECESITAMOS MÁS AYUDA QUE LA DE LOS CIUDADANOS CON LA PAPELETA ELECTORAL EN LA MANO». — CONCENTRACIÓN RADICAL EN VALENCIA. — «NOSOTROS NO HEMOS EVOLUCIONADO NADA, HAN SIDO LOS CEDISTAS LOS QUE HAN EVOLUCIONADO» (LERROUX).